¡ ESCRÍBELO !
Por: Israel Canseco
El lenguaje siempre ha tenido un lugar especial y predominante en la historia del hombre. Desde la antigüedad hasta el día de hoy a las palabras se les ha dotado de dones mágicos, místicos, artísticos, filosóficos, científicos y otros tantos. El leguaje –entre muchas cosas- es un instrumento útil y tan unido está a nuestras labores cotidianas que todos llegamos a tener maestría en utilizar al menos una parte de él.
Si observamos nuestro entorno inmediato, encontraremos que los seres humanos, sin importar su condición social o educativa utilizan el lenguaje para comunicarse. Con él se provocan risas, se hacen promesas, se sufren tristezas, se exponen pensamientos, se hacen teorías, se crea arte, etc.
A pesar de lo común y corriente que pueda parecer el lenguaje, cuando nos acercamos a él con una mirada reflexiva nos daremos cuenta de su complejidad. Así, no es lo mismo saber hablar o utilizar el lenguaje del día a día, que utilizarlo para escribir una poesía. No es lo mismo el lenguaje que escuchas, al que lees o al que hablas; es decir, hay distintos elementos cognitivos y físicos que entran en acción, algunos apenas están siendo descubiertos por una variedad de disciplinas científicas, filosóficas y artísticas.
Si atendemos a lo que comúnmente observamos, veremos que los niños aprenden el leguaje basados en un constante entrenamiento social; en éste, el niño aprende de su entorno elementos lingüísticos que le permiten sobrevivir y comunicarse. Es posteriormente cuando comienza a utilizar un lenguaje escrito y leído.
Por lo regular el proceso de aprendizaje de la escritura procede después del aprendizaje del lenguaje hablado y, para dominar esa habilidad, es necesaria una constante práctica tal y como se hace en el lenguaje hablado.
La palabra hablada está conminada al tiempo y al espacio en la cual se profirió, ésta puede permanecer en la memoria de los hombres –ejemplo de ello son las enseñanzas de Jesucristo o Sócrates- pero, ante la cantidad actual de conocimiento y expresiones artísticas que se presentan en nuestro mundo, se hace necesario plasmarla de forma escrita.
Pero ¿cómo adquirir esta habilidad? Es claro que es necesaria una constante práctica, pero ¿práctica de qué? Desgraciadamente hoy en día se buscan recetas fáciles, fórmulas simples y de resultados rápidos, pero, en este camino, aún no existen tales.
Hay libros que nos orientan y nos muestran aspectos teóricos útiles; nos pueden sugerir cómo hacer un argumento o una descripción o cómo generar una explicación; nos pueden advertir qué elementos son necesarios en la coherencia textual o describirnos qué son los esquemas de rima y recursos poéticos, pero toda esa teoría necesita ser puesta en práctica por el denodado y constante hábito de escribir.
Aprender a escribir no es únicamente aprender a unir palabras con palabras para generar oraciones más o menos bien formadas. Escribir es aprender a construir el pensamiento y desenmarañar el pensamiento del otro; es decir, cuando escribimos por lo regular lo hacemos inspirados en algo, en algún brillante pensamiento, en un astuto argumento, en una emoción profunda, una plática ingeniosa, o en una elegante teoría. Comprender la palabra, entenderla, interpretarla, desgajar de ella el significado implica la habilidad de utilizar el lenguaje, a veces técnico o artístico y únicamente se alcanza maestría en él con la práctica constante.
Aprender a escribir es aprender también a concertar un diálogo con el que lee y con el que escribe, es criticar y contraproponer, es deleitarse con la musicalidad de palabras o generar un argumento que se abunde o se oponga a otro. Escribir es aprender a pensar y sentir cada una de las palabras buscando el efecto que tendrán en los lectores, esos lectores inteligentes que en algún momento encuentran la debilidad del argumento o que se embarcan en la emoción y el sentimiento de la palabra escrita.
Poner atención en el detalle y lo minucioso del pensamiento es parte del aprendizaje avanzado de escribir. Saber cómo y qué palabra es necesaria para expresar el pensamiento sólo se alcanza después de refinar constantemente aquello que se desea expresar; escribir es aprender a poner atención en el trabajo detallado y meticuloso del pensamiento.
Una vez que hayas pensado detenidamente, hayas desenmarañado el pensamiento del otro y hayas refinado el tuyo, entonces es tiempo de darlo a conocer a los que son parte de tu ámbito: la escritura, en ese caso, se hace patente para nuestros fines.
Le escritura es una puerta que te permite expresar tus pensamientos y someterlos a la crítica o al elogio, tarde o temprano te encontrarás con la necesidad de publicar tus pensamientos pero, antes de que lleguen a los grandes Journals, debes de aprender a ser un constructor, alguien que aprende a poner atención, meticulosidad, astucia y erudición en el pensamiento y el uso de las palabras.
El reto que hoy se te impone es escribir, por lo tanto ¡escribe! …¡Piensa y escribe! La puerta para dar a conocer tu pensamiento está abierta, únicamente necesitas cruzar el umbral…